El domingo 7 de julio de 2024, la vida del policía Julio Alejandro Agüero cambió para siempre. Esa madrugada, mientras regresaba a su casa tras cumplir su servicio en la Comisaría N° 1 de Cafayate, fue embestido por otro motociclista en la esquina de San Lorenzo y Alvarado. El otro conductor, un joven de 19 años que iba en estado de ebriedad, manejaba una moto de mayor cilindrada.
Julio conducía una motocicleta de 110 cc. El impacto fue tan violento que le provocó fracturas en las costillas, lesiones intestinales, múltiples contusiones en el pecho y un golpe severo en la cabeza. Estuvo varios días en coma, sin poder hablar, caminar, o reconocer quién era.
A un año del hecho, escribió una carta abierta en la que narra el calvario físico y emocional que vivió.
“Hoy hace un año que Dios me dio una segunda oportunidad de vida. Salía de trabajar, un domingo cualquiera, y un accidente cambió mi historia. Fueron 365 días de angustia, impotencia y dolor. No solo para mí, también para mi hijo y mi pareja”, escribió.
Contó que pasó semanas sin poder hablar, caminar ni siquiera recordar quién era:
“Desperté sin saber nada, solo lloraba. No podía hacer nada solo. Comer, pararme, vestirme… todo necesitaba ayuda. Me vi completamente dependiente”, detalló.
Y agregó: “Lo más duro fue la ausencia repentina en la vida de mi hijo. Me costó meses volver a conectar emocionalmente con él, un niño inocente que no entiende por qué su papá no podía cargarlo ni jugar como antes.”
Julio también expresó el dolor psicológico con el que aún convive: “Todos los días me levanto y me pregunto si algún día voy a mejorar. Me duele depender de alguien hasta para cambiarme. Me cuesta subir escaleras, agacharme, caminar. Siento que todo esto me debería pasar de viejo, no ahora.”
Su mensaje no solo es una catarsis, también un llamado a la conciencia social: “Si tomás, no manejes. No pongas en riesgo tu vida ni la de los demás. A mí me arruinaron la vida. No arruinen una más”, suplicó con firmeza.