El médico argentino René Favaloro marcó un hito en la historia de la medicina cardiovascular, al implementar por primera vez una técnica de su invención, el bypass aortocoronario. Fue en una clínica de Cleveland, Estados Unidos, a donde Favaloro había viajado algunos años antes para perfeccionar su conocimiento de los tratamientos de patologías cardiacas. La paciente, una mujer de 51 años, no solo sobrevivió a la cirugía, sino que tuvo una excelente recuperación y vivió varias décadas más. Desde entonces, millones de personas de todo el mundo con diagnóstico de arteriosclerosis han podido seguir viviendo gracias a esta cirugía.
En varias oportunidades Favaloro había insinuado su deseo de regresar a la Argentina. Al decidir su vuelta, en 1971, desechó varias propuestas millonarias. En el imaginario argentino, aquel paso le confirió a su figura una generosidad sin límites que lo elevó, para muchos, a la categoría de héroe nacional.
Favaloro vino a afrontar un nuevo desafío: se propuso crear aquí un centro de investigación, enseñanza y atención de alta complejidad dedicado al tratamiento de afecciones cardíacas; un emprendimiento de avanzada, similar a la Cleveland Clinic, que ansiaba posicionar como referencia para toda América Latina. Tiempo después, todo ese sueño se convirtió en la Fundación Favarolo.
Lamentablemente el lugar entro en crisis economica y un grupo de los principales profesionales de la Fundación había tomado las riendas de la situación y dio a Favaloro un ultimátum: había que aplicar sin dilaciones el ajuste que implicaba cientos de despidos, cierre de servicios y un cambio en el esquema financiero.
René intentó jugar una última carta. Envió al presidente y a varios de sus funcionarios una nota rogando una ayuda extraordinaria. Fue un intento desesperado y a destiempo. Las misivas llegaron después de que la bala que le perforó el corazón en el baño de su dúplex de Barrio Parque.
“Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida, la Fundación tiene graves problemas financieros. En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir, escribió en una de las 7 cartas que dejó antes de quitarse la vida.