Hoy cumplen 16 años del crimen que marcó un antes y después en Salta. Familiares de la víctima todavía dudan si los condenados son los responsables del asesinato.
Pelusa Liendro todavía vive. Ella es la semilla que floreció en derechos para el colectivo LGBTIQ+ en Salta. Ni una sola puñalada asesina logró matar su descomunal legado.
En los 80 y los 90, cuando llamaban con desprecio “putos y maricas” a quienes habiendo nacido varones se sentían mujeres, la lucha se centraba en conseguir una cama de hospital para morir con dignidad. Ni los médicos querían tocar a “un hombre vestido de mujer”.
Pelusa organizó la primera marcha del orgullo gay en Salta y con una seguidilla de manifestaciones abrió la conciencia colectiva sobre la existencia de miles de transexuales que comenzaron, unidas, a cachetear la hipocresía, el machismo y a mostrar el horror de la violencia subterránea y delirante que padecían. Eso a Pelusa le costó la vida el 29 de noviembre de 2006.
Pelusa forcejeo con su asesino, este extrajo un puñal y le dio siete puñaladas en distintas partes del cuerpo.
Al escuchar gritos, los vecinos alertaron a los efectivos policiales y los paramédicos, quienes se hicieron presentes en el lugar. De esta manera, Liendro fue trasladada al hospital San Bernardo, donde falleció pocos minutos después mientras era asistido por las heridas que recibió.
Liendro trabajaba con el abogado Santiago Pedroza en la elaboración de un proyecto que iba a ser presentado el martes en la Cámara de Diputados provincial. “Pelusa estaba elaborando los planos de la zona y la iniciativa incluía la modificación de la Ley de Contravenciones Policiales”, describió el letrado, quien se sorprendió al enterarse del asesinato de la travesti, a quien definió como una persona “correcta y educada”.