A sus 57 años, con cuatro hijos y tres nietos, a este medallista panamericano de Taekwondo y personal trainer, emprendió un viaje que había empezado el 2 de enero del 2021. Ese día le dijo a “Pachi”, su mujer, que empezaba una nueva aventura, le dio un beso y un abrazo en el departamento a dos cuadras del Congreso en Buenos Aires y partió. Le encaró hacia el norte, pasó por su Weisburd natal en Santiago del Estero y después enfiló hacia el oeste para bajar por la 40 desde La Quiaca a Salta. SALTA – SAN CARLOS “Estaba en la casa de un amigo en San Carlos, un hermoso pueblo salteño a la vera de la ruta 40, cuando conoció a esa cachorra que entre sus cuatro hermanitos dio el paso al frente y se me metió entre las piernas moviendo la cola. Tenía 45 días y desde entonces estamos juntos. Fue amor a primera vista”. Después de las vacunas y el ok del veterinario, la flamante dupla salió a la ruta. A “Lola” cada día se le abrió un mundo nuevo, con llamas, zorros y más tarde choiques en el sur a los que les ladraba asombrada. Guardiana, gruñó desde la carpa cada vez que escuchaba un ruido extraño afuera y aprendió que si Jorge acercaba la mano al cierre significa salir.
Primero viajó en un bolso, después en cestos mientras crecía, hasta que en la Casa de los Ciclistas Pedalgónicos que los alojó en El Bolsón Jorge halló la respuesta definitiva. Preguntó si podía usar unas chapas y unos fierros en desuso apilados en el fondo del terreno. “Claro”, le respondió su anfitrión, el tocayo Jorge, parte de la cofradía solidaria de las dos ruedas que siempre extiende la mano. “¿Qué vas a hacer?”, le preguntó mientas le buscaba la moladora y la soldadora. “Un carrito”, respondió. Al otro día lo tenía listo. Salió a probarlo en una trepada: frenó, dobló y se la bancó perfecto también en descenso. Y Lola entendió enseguida que era su nuevo lugar. “Yo le digo Diva porque va por la vida como saludando tipo Susana o Mirta”, se ríe Jorge.
Un año y 20 días después llegó. Lo esperaban “Pachi” su esposa y un grupo de amigos que le dio el camino, seguidores de sus andanzas por las redes. Apenas pasó las columnas del portal de Ushuaia, se tiró a un costado. “¡Vamos Jorge!”, escuchaba entre aplausos. Apoyó la cabeza en el manubrio. Y lloró. Lo abrazó fuerte Pachi y lloraron juntos.
Con un par de ladridos recordó que “Lola” estaba ahí. “¡Llegamos Lola!” gritó Jorge y la alzó a upa para festejar. Ya eran cerca de las ocho de la noche, todavía había algo de luz natural, su sonrisa ya era enorme.